Entrevista de Doris Ladstaetter en 'The FIFA Weekly' a Pierluigi Collina. Parte 1 de 2.
¿Cómo se las arregla un árbitro para convertirse en estrella?
Me temo que no tengo respuesta para esa pregunta.
Usted ha sido el primer y único árbitro de la historia del fútbol que llegó a convertirse en estrella, así que imagino que tendrá algún consejo que dar a los colegiados que se encargarán de dirigir los partidos del Mundial de Brasil, ¿no le parece?
Lo que puedo decir es que yo siempre he intentado hacer mi trabajo con la máxima seriedad y diligencia posibles.
Usted fue nombrado mejor árbitro del año en seis ocasiones consecutivas, lo que supone todo un récord. ¿Qué es lo que hizo mejor que los demás?
Desde el principio siempre me planteé mi trabajo con mucha profesionalidad. Quizás sólo me limité a hacer más de lo que se me pedía. A finales de los noventa, los únicos requisitos que se le exigían a un árbitro eran que dominase el reglamento y que estuviese en buena forma física, pero yo pensaba diferente y, antes de cada partido, recababa toda la información posible sobre los equipos y los jugadores. En el Mundial de Corea y Japón 2002 me pasé la mayor parte del tiempo en la habitación del hotel viendo vídeos de las diferentes selecciones con mis asistentes. Estudiábamos sus movimientos y sus particularidades. Si estás bien preparado, es más difícil que te pillen por sorpresa.
¿Podemos decir entonces que un buen árbitro nunca debe dejarse sorprender?
Efectivamente. Un buen árbitro siempre va un paso por delante del juego. Debe ser capaz de anticipar lo que va a ocurrir. Sólo un árbitro que sabe cómo se va a desarrollar el partido puede estar en el lugar adecuado para ver las acciones correspondientes y tomar así las decisiones correctas. Un colegiado que va por detrás del juego acabará perdiendo el control del partido antes o después.
¿Debe un buen árbitro ser transigente o inflexible?
Un buen árbitro debe ser correcto. Dar lo mejor de mí y ser justo con todo el mundo siempre fue mi máxima prioridad. Estoy convencido de que esas son las principales características que definen a un buen árbitro.
¿Tomó alguna vez una decisión de la que se arrepintiese después?
Arrepentirse no sería la palabra apropiada. Yo diría más bien que lamenté haber tomado alguna decisión.
¿Cómo reaccionó en ese momento?
Hice autocrítica y me pregunté por qué me había equivocado. Para todo error hay siempre una explicación. ¿Por qué había metido la pata? ¿No me había preparado lo suficiente? Me formulé este tipo de preguntas. Una vez hecho eso, es importante pasar página y olvidar el error. No podemos dejar que la constatación de los propios errores nos hunda. Lo más importante es que después de una decisión equivocada volvamos al terreno de juego con más fuerza que antes.
¿Debe un buen árbitro pedir disculpas?
¿Por qué iba a tener que pedir disculpas? Uno pide disculpas cuando hace algo intencionadamente. Yo sólo intentaba dar lo mejor de mí y hacer lo correcto, pero sencillamente cometí un error.
¿Cuál es su mayor virtud?
La honestidad incondicional.
¿Y su mayor defecto?
(Se lo piensa) Así a bote pronto no se me ocurre ninguno...
Si falla un penalti, un jugador tiene a sus compañeros para que lo consuelen. Sin embargo, cuando miles de personas lo abuchean en el estadio, un árbitro está solo sobre el césped...
Es cierto que para ser árbitro hace falta una buena coraza. De hecho, se trata de uno de los requisitos indispensables. Para sobrevivir en este trabajo hace falta establecer una cierta distancia entre uno mismo y lo que ocurre o puede suceder en el campo. Un árbitro tiene que saber lidiar con el estrés psicológico.
Pero hay árbitros que no consiguen soportar la presión y acaban dejándolo.
En todos los ámbitos hay personas que manejan el estrés mejor que otras. Cuando un árbitro dirige un partido a un cierto nivel es porque ha demostrado que es capaz de soportar la presión.
¿Cómo se las arreglaba para permanecer tranquilo cuando sabía que iba a arbitrar un partido importante en el que no sólo las 80,000 personas del estadio sino también varios millones a través de la televisión estarían analizando su trabajo con lupa?
Hay que evitar pensar ese tipo de cosas. Un árbitro debe aprender a tomarse con calma los partidos independientemente de lo importantes que puedan ser. Siempre he tratado de plantearme los encuentros como si todos fuesen normales. Y, al mismo tiempo, he procurado afrontar todos ellos como si fuesen la final de un Mundial. Esto último es más complicado.
Para eso hace falta mucha capacidad de autopersuasión, ¿no es así?
Siempre he intentado dedicar la máxima concentración a cada partido. Se me ha dado la coyuntura de arbitrar un Manchester United-Real Madrid un miércoles y dirigir un partido de la Serie B italiana tres días después. En el primer caso es fácil encontrar la concentración necesaria, pero para el encuentro de la Serie B ya resulta algo más complicado. Desde luego, requirió más esfuerzo.
¿Quiénes son mejores actores, los jugadores o los árbitros?
Los árbitros no pueden ser actores, puesto que les corresponde actuar con autenticidad. A un colegiado se le nota enseguida si está fingiendo o si actúa como si fuese otra persona.
¿Qué es lo peor que un jugador puede hacer sobre el terreno de juego?
Sin duda, simular, es decir, conseguir un objetivo a través del engaño, lo cual supone un fraude no sólo para el árbitro y el rival, sino también para los aficionados. Adulterar un resultado no tiene nada que ver con ganar. Creo que esta es una cuestión a la que habría que prestar más atención.
¿No le hierve la sangre cuando un jugador se tira a la piscina una y otra vez?
No, uno no se puede permitir que le hierva la sangre. Pero el jugador debe ser amonestado.
Hace 10 años, cuando contacté con usted para entrevistarlo por primera vez, su nombre todavía aparecía en la guía telefónica. En cambio, ahora resulta mucho más complicado conseguir su número...
Lo sé y lo lamento, pero se dieron ciertas circunstancias que han obligado a que así sea.
¿Qué circunstancias?
Por desgracia, he tenido que vivir la triste experiencia de ser víctima de amenazas anónimas. Me pusieron protección policial y mis movimientos se controlaban a todas horas.
La protección que le pusieron en Italia era comparable a la que recibe un fiscal que lucha contra la delincuencia organizada, ¿no es así?
En efecto, y no fue una experiencia agradable. A nadie le gusta tener que ir acompañado por dos policías siempre que sale de casa.
¿Quién fue el autor de las amenazas?
No se llegó a atrapar a los responsables. Un buen día las amenazas cesaron. Sea como fuere, es triste que estas cosas sucedan también en el fútbol.
¿Cómo se las arregla un árbitro para convertirse en estrella?
Me temo que no tengo respuesta para esa pregunta.
Usted ha sido el primer y único árbitro de la historia del fútbol que llegó a convertirse en estrella, así que imagino que tendrá algún consejo que dar a los colegiados que se encargarán de dirigir los partidos del Mundial de Brasil, ¿no le parece?
Lo que puedo decir es que yo siempre he intentado hacer mi trabajo con la máxima seriedad y diligencia posibles.
Usted fue nombrado mejor árbitro del año en seis ocasiones consecutivas, lo que supone todo un récord. ¿Qué es lo que hizo mejor que los demás?
Desde el principio siempre me planteé mi trabajo con mucha profesionalidad. Quizás sólo me limité a hacer más de lo que se me pedía. A finales de los noventa, los únicos requisitos que se le exigían a un árbitro eran que dominase el reglamento y que estuviese en buena forma física, pero yo pensaba diferente y, antes de cada partido, recababa toda la información posible sobre los equipos y los jugadores. En el Mundial de Corea y Japón 2002 me pasé la mayor parte del tiempo en la habitación del hotel viendo vídeos de las diferentes selecciones con mis asistentes. Estudiábamos sus movimientos y sus particularidades. Si estás bien preparado, es más difícil que te pillen por sorpresa.
¿Podemos decir entonces que un buen árbitro nunca debe dejarse sorprender?
Efectivamente. Un buen árbitro siempre va un paso por delante del juego. Debe ser capaz de anticipar lo que va a ocurrir. Sólo un árbitro que sabe cómo se va a desarrollar el partido puede estar en el lugar adecuado para ver las acciones correspondientes y tomar así las decisiones correctas. Un colegiado que va por detrás del juego acabará perdiendo el control del partido antes o después.
¿Debe un buen árbitro ser transigente o inflexible?
Un buen árbitro debe ser correcto. Dar lo mejor de mí y ser justo con todo el mundo siempre fue mi máxima prioridad. Estoy convencido de que esas son las principales características que definen a un buen árbitro.
¿Tomó alguna vez una decisión de la que se arrepintiese después?
Arrepentirse no sería la palabra apropiada. Yo diría más bien que lamenté haber tomado alguna decisión.
¿Cómo reaccionó en ese momento?
Hice autocrítica y me pregunté por qué me había equivocado. Para todo error hay siempre una explicación. ¿Por qué había metido la pata? ¿No me había preparado lo suficiente? Me formulé este tipo de preguntas. Una vez hecho eso, es importante pasar página y olvidar el error. No podemos dejar que la constatación de los propios errores nos hunda. Lo más importante es que después de una decisión equivocada volvamos al terreno de juego con más fuerza que antes.
¿Debe un buen árbitro pedir disculpas?
¿Por qué iba a tener que pedir disculpas? Uno pide disculpas cuando hace algo intencionadamente. Yo sólo intentaba dar lo mejor de mí y hacer lo correcto, pero sencillamente cometí un error.
¿Cuál es su mayor virtud?
La honestidad incondicional.
¿Y su mayor defecto?
(Se lo piensa) Así a bote pronto no se me ocurre ninguno...
Si falla un penalti, un jugador tiene a sus compañeros para que lo consuelen. Sin embargo, cuando miles de personas lo abuchean en el estadio, un árbitro está solo sobre el césped...
Es cierto que para ser árbitro hace falta una buena coraza. De hecho, se trata de uno de los requisitos indispensables. Para sobrevivir en este trabajo hace falta establecer una cierta distancia entre uno mismo y lo que ocurre o puede suceder en el campo. Un árbitro tiene que saber lidiar con el estrés psicológico.
Pero hay árbitros que no consiguen soportar la presión y acaban dejándolo.
En todos los ámbitos hay personas que manejan el estrés mejor que otras. Cuando un árbitro dirige un partido a un cierto nivel es porque ha demostrado que es capaz de soportar la presión.
¿Cómo se las arreglaba para permanecer tranquilo cuando sabía que iba a arbitrar un partido importante en el que no sólo las 80,000 personas del estadio sino también varios millones a través de la televisión estarían analizando su trabajo con lupa?
Hay que evitar pensar ese tipo de cosas. Un árbitro debe aprender a tomarse con calma los partidos independientemente de lo importantes que puedan ser. Siempre he tratado de plantearme los encuentros como si todos fuesen normales. Y, al mismo tiempo, he procurado afrontar todos ellos como si fuesen la final de un Mundial. Esto último es más complicado.
Para eso hace falta mucha capacidad de autopersuasión, ¿no es así?
Siempre he intentado dedicar la máxima concentración a cada partido. Se me ha dado la coyuntura de arbitrar un Manchester United-Real Madrid un miércoles y dirigir un partido de la Serie B italiana tres días después. En el primer caso es fácil encontrar la concentración necesaria, pero para el encuentro de la Serie B ya resulta algo más complicado. Desde luego, requirió más esfuerzo.
¿Quiénes son mejores actores, los jugadores o los árbitros?
Los árbitros no pueden ser actores, puesto que les corresponde actuar con autenticidad. A un colegiado se le nota enseguida si está fingiendo o si actúa como si fuese otra persona.
¿Qué es lo peor que un jugador puede hacer sobre el terreno de juego?
Sin duda, simular, es decir, conseguir un objetivo a través del engaño, lo cual supone un fraude no sólo para el árbitro y el rival, sino también para los aficionados. Adulterar un resultado no tiene nada que ver con ganar. Creo que esta es una cuestión a la que habría que prestar más atención.
¿No le hierve la sangre cuando un jugador se tira a la piscina una y otra vez?
No, uno no se puede permitir que le hierva la sangre. Pero el jugador debe ser amonestado.
Hace 10 años, cuando contacté con usted para entrevistarlo por primera vez, su nombre todavía aparecía en la guía telefónica. En cambio, ahora resulta mucho más complicado conseguir su número...
Lo sé y lo lamento, pero se dieron ciertas circunstancias que han obligado a que así sea.
¿Qué circunstancias?
Por desgracia, he tenido que vivir la triste experiencia de ser víctima de amenazas anónimas. Me pusieron protección policial y mis movimientos se controlaban a todas horas.
La protección que le pusieron en Italia era comparable a la que recibe un fiscal que lucha contra la delincuencia organizada, ¿no es así?
En efecto, y no fue una experiencia agradable. A nadie le gusta tener que ir acompañado por dos policías siempre que sale de casa.
¿Quién fue el autor de las amenazas?
No se llegó a atrapar a los responsables. Un buen día las amenazas cesaron. Sea como fuere, es triste que estas cosas sucedan también en el fútbol.
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Collina 'acaparó' la portada de 'The FIFA Weekly' |
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