En un partido amateur en Italia que enfrentó a Pontilcelli y Riolo Terme, el delantero anotó un gol tras aprovecharse de un error del portero rival. El futbolista celebró el tanto de la manera más vehemente jamás vista en un terreno de juego. El goleador no fue a abrazarse con sus compañeros, no se lo dedicó a ningún familiar de la grada, ni siquiera realizó una coreografía graciosa. El delantero se fue directamente al banquillo y le pegó un cabezazo. Pero las risas de sus compañeros y la suya propia -independientemente del dolor por el golpe- se cortarían de raíz cuando vieron que el delantero fue expulsado.
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